domingo, 27 de noviembre de 2011

Un deseo inconsciente

¿Qué buscabas en la cama de tus padres a los seis o siete años?

¿Quién se habrá prohibido darse ese gusto? Digan, lo que digan los psicoanalistas, de pequeños dábamos todo por pasar un rato al lado de nuestros padres mirando la tele o simplemente estando en su compañía. No sé exactamente por qué pero era un placer del que nadie se quería privar. ¿Es necesario relacionarlo con celos o un deseo de sustitución en la pareja? ¿No puede considerarse simplemente una manera de buscar o demostrar cariño?

Según el antimanual de Onfray,  inconscientemente, de niños, todos queríamos ocupar un lugar en la pareja de nuestros padres.
Es un sentimiento que se produce en todos los seres humanos a esa edad y se lo llama “Complejo de Edipo”. Se da a partir del inconsciente, que según Freud, quien inventa el psicoanálisis, es lo que determina  el desarrollo del psiquismo humano.
Los padres educan a sus hijos prohibiendo el incesto, es decir, que  se formen parejas dentro  del círculo familiar.
Si los padres dejan claro este concepto, es mucho más sencillo que el niño no tenga problemas en buscar su compañero/a fuera del círculo familiar, ni otros conflictos con sus relaciones. Si esto no sucede de
adulto  puede sufrir inseguridades  sexuales, psicológicas y afectivas.
En los textos, la psicoanalista infantil Francoise Dolto, dice que una vez que el padre deja claro la prohibición del incesto; es necesario que  los padres demuestren cariño y apoyen a sus hijos, ya que el niño en ésta etapa es muy sensible a la escucha del adulto. “El niño es sensible a la escucha del adulto que, sin reproches ni discursos moralistas, lo escucha. Ganar confianza en sí mismo, incluso en y por sus fracasos, es posible para el niño cuando sus padres son atentos y compasivos, y sobre todo seguros de sí mismos…” “… Esta confianza, éste afecto y éste interés casto, podemos decir, de los padres hacia su hijo, son irremplazables a la salida del Edipo…”
Todos éstos procesos se realizan de forma inconsciente, que, como dice Sigmund Freud es parte de nuestro aparato psíquico que no se puede localizar físicamente en ninguna parte, pero está presente en todo el cuerpo y en el sistema nervioso. El inconsciente se manifiesta a través de los sueños, los actos fallidos, los lapsus, los olvidos, etc.
Estoy  de acuerdo, en que es el inconsciente,  la base que determina casi todo en nuestra vida. Como somos, como actuamos, los resultados que obtenemos en las actividades que realizamos, como tomamos nuestras metas, si llegamos a cumplir los objetivos, la confianza y las inseguridades al actuar, los afectos, de qué manera nos relacionamos con los demás. Pienso que todo pasa por  la mente y que si hay algo que no está del todo bien con respecto a eso, todo lo demás no funciona. Hasta podemos enfermarnos, si nuestro inconsciente no está bien. Y cuanto más conocemos nuestro inconsciente, y lo podemos manejar de manera consciente, resolvemos con facilidad los problemas.
Con respecto a la sexualidad, creo que si bien, es importante el transcurso de todas las etapas por las que pasan los niños que nombra el libro de Onfray  hay algo que está en la genética que heredamos de nuestros padres y también algo que está en nuestra naturaleza y que nos hace únicos; es decir, que somos de una determinada manera y tenemos nuestro temperamento desde que nacemos. De todas formas, según la forma en que nos educan y como se desarrolla nuestra vida durante la niñez y adolescencia, ese temperamento nato con el que nacemos se va modulando o corrigiendo dando como resultado nuestra personalidad. Es importante también, tener en cuenta las relaciones que formamos, con quiénes, como actúan  sobre nosotros, el medio en el cual nos relacionamos, etc.
No me parece que con solo  pasar por todas las etapas (oral, anal y fálica) se pueda asegurar que el niño va a desarrollar su sexualidad convencionalmente; creo que hay muchos factores que pueden modificar ese tipo de conductas. Como por ejemplo, la relación con sus padres, la relaciones con el resto de su familia, el entorno en el que se críe, las personas con las que se junte por fuera del ámbito familiar, la propia forma de ser o inclinaciones y gustos personales, etc.
El mismo Sigmund Freud en su teoría de las series complementarias, habla de la multiplicidad de factores en la formación de la persona. Ésta teoría sostiene que hay tres series de factores que no actúan independientemente; en realidad, lo que actúa es la resultante de su interacción. Una primera serie complementaria está dada por los factores hereditarios y congénitos.
Una segunda serie complementaria está constituida por las experiencias infantiles, que adquieren una importancia fundamental porque ocurren en las primeras etapas  de formación de la personalidad y, por lo tanto, son más decisivas.
Una tercera serie complementaria está constituida por los factores actuales. Estos últimos actúan sobre el resultado de la interacción entre la primera y la segunda serie complementaria, es decir, sobre la disposición.
Por eso ante la pregunta “¿Qué buscábamos en cama de nuestros padres a los seis o siete años?” No hay una sola respuesta. A la situación universal del complejo de Edipo hay que agregarle otros factores que se relacionan con la particularidad de cada ser humano.

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